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Hellen Keller

Allá por 1903 vio la luz una obra que, aún hoy, forma parte de las lecturas obligatorias que muchos estudiantes deben trabajar en Literatura. “La Historia de mi vida”, de Helen Keller, cosechó innumerables éxitos en los casi 50 idiomas que fue traducido. 

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Helen nació en Alabama, en 1880. Su padre había combatido en la Guerra de Secesión  en el bando confederado pero ello no impidió que nuestra protagonista adquiriese una férrea ideología social que fue cultivando a lo largo de los años.

Helen aprendió a leer algo más tarde de lo habitual. La familia, consciente de las dificultades de su hija, hizo traer a una joven instructora, Anne Sullivan, que acabó dedicando a la pequeña Keller sus 49 años de vida restantes. Los novedosos métodos de Sullivan iban dando sus frutos. Sembró, con paciencia, la semilla del pensamiento crítico y la regó con numerosas lecturas. Su formación intelectual volvióse cada vez más sólida a la par que su producción literaria se perfeccionaba con irredenta velocidad. Tras graduarse en la escuela secundaria en Cambridge superó las pruebas de acceso del Radcliffe College obteniendo brillantemente su licenciatura. Fue un hito.

Helen Keller se convirtió en una intelectual y oradora de prestigio. Promovió el sufragio femenino, luchó por los derechos de los trabajadores, se acercó al tabú de la prostitución. Aún siendo conocida por su activismo pacifista visitó, en varias ocasiones, a los soldados heridos de la Segunda Guerra Mundial para infundirles ánimo. Tres años después de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki visitó sendas ciudades con un recibimiento de dos millones de personas. 

Viajó por todo el mundo recaudando fondos para las personas ciegas porque, casi se me olvida, ella era ciega y sorda. Con 19 meses de edad contrajo una enfermedad, probablemente meningitis, que segó dos áreas sensoriales claves. 

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Con ayuda de su inefable Anne Sullivan, Helen aprendió a leer, primero letras en relieve y luego Braille. Se adiestró para leer los labios con el tacto de los dedos y, años más tarde, con ayuda de un profesor de voz comenzó a verbalizar sus primeras palabras.

Por su denodado esfuerzo el Presidente Lyndon Johnson le concedió en 1964 la Medalla Presidencial por la Libertad y desde 1980, por decreto del Presidente Carter se conmemora el día de su nacimiento. Igual, después de conocer a esta mujer, nos lo pensamos dos veces antes de rendir un “no puedo”.

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