Después de años soñando con formar una familia, finalmente llegó el momento en el que decidimos intentar concebir nuestro primer hijo. Sin embargo, tras múltiples consultas con especialistas, pruebas médicas y tratamientos de fertilidad, la realidad se ha vuelto abrumadoramente clara: no puedo tener hijos y me siento muy triste.
La carga emocional de la infertilidad
La noticia de que no podríamos tener hijos biológicos ha sido devastadora. Cada mes que pasa sin un resultado positivo se convierte en un recordatorio constante de nuestra lucha silenciosa. ¿Cómo lidiar con la culpa, la frustración y la tristeza que acompañan a esta situación? La infertilidad no solo desafía nuestra capacidad física, sino que también impacta profundamente en nuestro bienestar emocional.